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Aprender un segundo idioma: La verdad y la mentira
“Los niños de China son muy inteligentes” – le decía uno de Lepe a un amigo. “A los dos años ya saben hablar mandarín”
Por muy graciosa que sea la anterior guasa, revela una verdad que muchos pasan por alto, y no es precisamente que mientras más joven se nos es más fácil aprender un idioma, sino que alrededor del aprendizaje de otra lengua se han construido una serie de creencias falsas o mitos que la mayoría de las veces terminan desanimando a quienes emprenden esa tarea. Veamos algunos:
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Es posible aprender un idioma viendo películas o noticieros en ese idioma. Falso. Si bien eso no hace daño, y de hecho es un excelente ejercicio para reconocer la pronunciación del idioma, lo cierto es que a menos que haya una interacción no será posible grabar en la mente las conexiones relacionadas con la respuesta en ese idioma. Es muy probable que si solo se hace eso, se termine entendiendo un idioma pero respondiendo en otro. Y esto aplica si se trata de aplicaciones para el Smartphone, cursos por ordenador o por grabaciones de audio en cualquier formato.
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Los adultos mayores no pueden aprender nuevos idiomas. Falso, pero no vamos a negar que es un poco más difícil. Los niños pequeños, debido a que están formando nuevas conexiones neuronales, tienen un cerebro más flexible que les facilita el aprendizaje en general, lo que incluye los idiomas, pero eso no significa que un adulto mayor no pueda hacerlo. De hecho, al esforzarse por aprender, los adultos mayores están ayudando a que su cerebro se mantenga saludable, protegiéndolo de la demencia senil y otras enfermedades degenerativas. Además, los adultos tienen una ventaja sobre los niños y adolescentes: han construido su propio método de aprendizaje, es decir, ya saben cómo aprender.
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Si uno aprende 1000 palabras, ya conoce un idioma. Falso. Esta creencia parte de que en nuestra conversación diaria usamos un número muy pequeño de palabras. Sin embargo, no se puede ser tan simplista. Yo podría aprenderme las primeras 1000 palabras de un diccionario en inglés y aun así no saber hablar en inglés. De nuevo el asunto se centra es en la conversación, es decir, las interacciones que tendremos. Si las conversaciones que tendremos serán únicamente las relativas a la vida familiar, es posible que con 1000 palabras baste; pero cuando tengamos que hablar con un médico, ingeniero, abogado o hasta con un policía de tránsito, no vamos a entender qué nos dice. Por otro lado, no es el número de palabras que conozcamos sino la forma en la que las empleemos, lo que determinará si conocemos el idioma o no.
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Lo que fue bueno a él también será bueno para mí. Falso. No todos aprendemos de la misma forma, ni al mismo ritmo. De hecho, la forma en que grabamos algo en la memoria es diferente en cada persona. Hay personas que son más “auditivas”, mientras que otras son “visuales”. Algunas son “autodidactas”, mientras que otras abandonan si no tienen un profesor que las presione. De ahí que para que el aprendizaje sea efectivo debe amoldarse al estudiante y no a una estadística.
Como hemos visto, no podemos dejarnos guiar por esa serie de medias verdades o mentiras descaradas. Lo que sí es cierto es que aprender un nuevo idioma nos será de mucha utilidad tanto ahora como en el futuro cercano.